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Las primeras luces del día

... No tengo ningún interés en conocerlos, le dije, refiriéndome a sus padres, a su hermana, cuando por enésima vez me dice de esperar en su piso antes de bajar a verlos. Y tiemblo ligeramente al darme cuenta con una especie de hastío de que en realidad es cierto, que no tengo interés en conocerlos. Tampoco es que tenga mucho interés por estar con él, cuando él sólo tiene interés por mí cuando le interesa. Con una especie de asco me voy dando cuento de mis sentimientos, da la terrible situación en la que me dejan... frente a ese espejo temible en el que se reflejan todas las componendas del mundo, todo el asco de la vida. Las primeras luces del día... oigo a mi vecina prepararse para salir. Puffy está junto a mí. Yo también necesito salir de cama, dejar esta noche oscura.
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Otra vez la náusea

Otra vez la náusea. Esta sensación en la boca de la garganta, debilidad en los brazos, las manos... Deseos de abrir la boca y gritar fuerte para que salga todo, para que no quede nada dentro. Ni tan siquiera pienso en él, ni en nadie, es sólo esta sensación de no tener sangre, de estar groggy, mareado, asqueado. Esta sensación de saber que estás solo, otra vez, y entonces es cuando me derrumbo y mi cuerpo se abandona a un llanto silencioso que me cura, que desearía me calmara. Y pienso en el gato que vi en el mercado de Oporto: estaba solo pero de vez en cuando se dejaba acariciar por extraños. Y pienso que yo no tengo por qué ser diferente de los animales a los que tanto quiero. A los que siento en mí como si estuvieran dentro. Quiero deshacerme de todas estas ideas que me dicen lo que tengo que hacer, cómo tengo que ser para ser una persona normal, con quién tengo que estar. Mi cabeza ya no está aquí.